Por inmutable nos referimos a que Dios no cambia, Él es siempre el mismo y lo será eternamente. Su inmutabilidad es uno de sus atributos. Es así como Él se ha revelado en su Palabra “¡Porque yo, Jehová, no cambio!” (Mal. 3:6) No hay cambio ni sombra de variación en Dios (Sant. 1:17) El paso del tiempo no afecta su ser, ni su carácter, ni sus promesas (Isa. 40:28) El poder de Dios no disminuirá jamás porque las escrituras hablan de su Eterno Poder (Rom. 1:20) Su amor no cambia (Jn. 13:1; Jer. 31:3) Sus planes y propósitos permanecen (Is. 14:24; Job 23:13)
Dios es inmutable, pero nosotros no… Inmutable es un atributo conforme a la naturaleza de Dios, pero nosotros somos seres mutables, es decir, cambiantes. Nuestra naturaleza cambia, nos desgastamos con el tiempo, nuestro carácter cambia, nuestras emociones mucho más. Podemos jactarnos de nuestro vigor y belleza en nuestra juventud, pero no será así cuando el tiempo afecte nuestros cuerpos y agote nuestras fuerzas. No somos firmes en nuestras palabras y promesas, hoy podemos afirmar con seguridad que haremos algo, mañana con la misma determinación no haremos lo que prometimos, por consecuencia no hay nada seguro en nosotros.
Sin embargo al meditar en la gran verdad de la Inmutabilidad de Dios no podremos encontrar nada más seguro que Él. Nosotros podemos, y sí que lo haremos, cambiar en todos los aspecto, pero Dios siempre permanece siendo el mismo. Mientras todo aquello que parecía ser inconmovible en nosotros, y nuestro alrededor se deshace ante nuestros ojos, Dios sigue siendo la Roca Inconmovible, el Castillo Fuerte en quien podemos confiar cada día. No podemos esperar fallo ni traición de parte del Todopoderoso (2Tim 2:13). Si deseamos ir hacia una relación más profunda con Dios, debemos vivir bajo esta hermosa verdad, confiando en el evangelio, donde el Dios inmutable se revela con grandes promesas a través de Cristo y su obra en la cruz, ahí somos perdonados y transformados para recibir la Paz que proviene de Aquel que no cambia. (Rom. 5)
No podemos esperar fallo ni traición de parte del Todopoderoso (2da Tim 2:13).
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